Me das envidia porque te avanzaste. Porque sabes acomodar las horas, porque no te falta el aliento, porque nadie corta la piel más fina que tú. Me das envidia cuando explicas todas esas mentiras, yo no he engañado más que al vecino cuando le pido la sal, para ver sus manos cerca y su trocito de sofá verde. Me das envidia porque llegas muy lejos aunque te quedes a medias, porque no das tu brazo a torcer. Me das envidia porque me has robado las cuarenta y ocho letras que iba a pintar en la pared. Me das una envidia que me aprisiona aquí debajo, tan lentamente que no quiero pararlo. Sólo respirar suavecito, sentir la rabia, el estómago encogido y Envidia grabada en mi frente. Poco a poco. Hasta notar un ligero brillo, una cosquilla, un movimiento en mis labios, una sonrisa al fin y al cabo.